Sea lo que sea lo que estés haciendo (mirando una película, escribiendo un libro, haciendo una presentación, comiendo o durmiendo), tienes que estar en la presencia de Dios. Si sientes una gran soledad y un gran deseo de contacto humano, tienes que ser extremadamente juiciosa. Pregúntate si esta situación está verdaderamente dada por Dios. Porque, donde Dios quiera que estés, El te mantiene a salvo y te da paz, aun cuando haya dolor.
Vivir una vida disciplinada es vivir de manera tal que sólo quieras estar allí donde Dios esté contigo. Cuanto más profundamente vivas tu vida espiritual, más fácil será discernir la diferencia entre vivir con Dios y vivir sin Dios, más fácil será alejarse de los lugares en los que Dios ya no esté contigo.
Cuando comer, beber, trabajar, hablar o escribir no son para gloria de Dios, debes dejar de hacerlo inmediatamente porque, cuando dejas de vivir para la gloria de Dios, empiezas a vivir para tu propia gloria. Entonces, te separas de Dios y te haces daño.
Tu pregunta fundamental siempre deberá ser si algo es vivido con o sin Dios. Tienes tu propio conocimiento interior para responder esa pregunta. Cada vez que haces algo que proviene de tus necesidades de aceptación, reconocimiento o afecto, y cada vez que haces algo que aumenta estas necesidades, sabes que no estás con Dios. Estas necesidades nunca serán satisfechas; sólo se incrementarán cuando cedas a ellas. Pero, cada vez que hagas algo para la gloria de Dios, reconocerás la paz de Dios en tu corazón, y allí encontrarás reposo.
Bibliografía: "La voz interior del amor" H. Nouwen