¿Una idea?, ¿acaso ficción?, ¿o un mito? . . . ¿Será Dios el mayor o el mejor de los inventos que se haya creado en la historia de la humanidad? Mi corazón no puede callar ante semejantes expresiones o pensamientos. Porque soy testigo de su existencia y cuando eres testigo, tienes que contar, decir y proclamar lo que has visto, lo que has vivido, para que los otros que aún no han creído, puedan tener un panorama más amplio y constancia de los hechos que han sucedido en tu vida y en la de miles y miles de personas que le han conocido y no tienen ninguna duda de que Dios es real.
Cuando uno conoce a Dios, se enamora de Él instantáneamente. Es un amor a primera vista, pero que dura eternamente. Cuando encuentras esa persona de la que te enamoras, ese primer tiempo que pasas es mágico, hay una fuerza que te lleva a conocerla más, a querer saber cómo es su carácter, su forma de ser.
Entras en amoríos, así es cuando conoces a Dios. Es imposible que no te enamores de Él. Es imposible que después de conocerle, te alejes de Él. En tu interior empieza a crecer un fuerte deseo de agradarle en todo lo que haces, dices o piensas. Y, claro está, tu relación con Él variará dependiendo de las circunstancias en las cuales te encuentres en el momento de conocerlo.
Si lo conoces atravesando una situación sumamente difícil y aun traumática, Él se convierte en ungüento y bálsamo para ti. Si lo conoces en un momento de pérdida o abandono, viene a ser como un Padre amoroso y consolador.
Si lo conoces en medio de una juventud rebelde, viene a convertirse en ese ideal que te vuela la cabeza, impulsándote a ser radical. Si lo conoces en medio de una enfermedad, Él es tu pronto auxilio, tu fortaleza y, lo mejor de todo, tu sanador. Pasa a ser tu principio y tu final, el Alfa y la Omega en tu vida, tu todo . . . tu Dios.
Pero, ¿cómo hago eso? ¿Cómo lo conozco? Simple. Antes que nada, necesitamos acercarnos a Él, convertirnos a Él, aceptarlo en nuestro corazón como Rey y Señor de nuestras vidas. Hasta el día de hoy hay personas que no tienen claro cómo pueden ser salvas, cómo obtener salvación para su alma. Confunden religión con salvación. Pero si tomáramos un poquito más de tiempo para leer su Palabra, la Biblia, encontraríamos las respuestas a todas nuestras preguntas. Sin embargo, estamos acostumbrados a que nos digan, nos enseñen las cosas, antes de tomarnos el tiempo para hacerlas y aprenderlas por nosotros mismos.
Por eso le pido al Señor que en este momento abra tu entendimiento, para que su Palabra se haga vida en ti; entendiendo que Dios desea bendecirte, desea promoverte, llevarte a otro nivel; su deseo es verte completo, realizado y comprometido con Él. Ha llegado tu tiempo, tu momento, de dejar de ser invisible y empezar a ser invencible en Él, pero el primer paso que tienes que dar —si no lo has hecho— es aceptar a Jesucristo como tu Señor y Salvador personal.
La Biblia declara en Romanos 10:9: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Así de simple, sin complicaciones. El versículo 10 de ese mismo capítulo dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Tienes que hacerlo públicamente, confesar, decir, revelar al mundo, en quién estás creyendo.
¿Sabes?, en la mayoría de las iglesias protestantes o evangélicas, al finalizar sus servicios o actividades siempre hacen una invitación a las personas que desean la salvación de su alma. Te invito a que, si no has tomado esta decisión tan importante, lo hagas; es decir, busca una iglesia que te ayude a acercarte más a Dios.
Cuando decidimos ser salvos a través de Jesucristo —el único camino que nos lleva a la salvación—, Dios escribe nuestros nombres en el libro de la vida. Nos sella con su Espíritu Santo y automáticamente pasamos a ser hijos de Dios.
Así dice la Escritura: “Todo el que confíe en él no será jamás defraudado”. No hay diferencia entre judíos y gentiles, pues el mismo Señor es Señor de todos y bendice abundantemente a cuantos lo invocan, porque “todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. Qué promesa más grande, ¿verdad? Primero menciona que todo aquel que confíe en Él no serán avergonzado, así que no lo serás; pues imagínate, has puesto tu confianza en el Dios Todopoderoso, ¿cómo serás defraudado? Y qué lindo es cuando dice que no hay ninguna diferencia para Dios entre tú y yo. Él está presente con todos, Dios desea bendecirnos a todos por igual. No importa lo que te hayan hecho, no importa tu pasado o lo que hayas dicho o pensado.
Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador personal, Él nos limpia con su sangre de todos nuestros pecados; los olvida y los perdona, para venir a convertirnos en nuevas criaturas, en personas con una nueva oportunidad, sin pasado que pueda atormentarnos, porque Dios todo lo hace nuevo. Aleluya. Regocíjate, alégrate, porque ha llegado tu hora, ha llegado tu salvación, ha llegado tu bendición. Jesucristo es el Señor. Amén. “Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto en él esperaré” (Lamentaciones 3:24). Recuerda que esperar no es una señal de debilidad, es una posición de fuerza. DIOS puede intervenir y hacer lo IMPOSIBLE, si se lo permites.
Si deseas hacer una oración de fe y salvación, repite estas palabras en voz alta:
“Señor Jesús, en esta hora te acepto como mi Señor
y Salvador personal. Creo que eres el Hijo de Dios,
que moriste en la cruz por mis pecados y resucitaste
al tercer día y que te encuentras a la diestra del Dios
Padre intercediendo por mí. Lávame con tu sangre y
límpiame de toda mi maldad y de todos mis pecados.
Escribe mi nombre en el libro de la vida y séllame
con tu Espíritu Santo. Crea en mí un corazón recto,
oh Dios. Ayúdame en este nuevo comienzo y dirige
mis pasos. En tu nombre Jesús, he orado, amén”.
-Fuente: libro No dejes de respirar por Waleska Orellana.