Desde mi infancia escuché decir "si Dios quiere...", como corolario de algún plan o proyecto. Ante el solo hecho de pensar en tomar vacaciones, por ejemplo, y soñar con lo bien que lo pasaríamos, todo terminaba en "si Dios quiere...". Sin entender demasiado el significado, me preguntaba: "¿Dios querrá? ¿y si Dios NO quiere? ¿por qué no habría de querer?". Así que esta frase nunca me aportó esperanza, sino más bien, dudas de que se pudiera concretar lo planeado.
Cuando comencé a conocer la Palabra de Dios, supe que la voluntad de Dios es hacerme bien. Antes de la creación del mundo, Dios decidió adoptarnos como hijos suyos a través de Jesucristo. Eso era lo que él tenía planeado y le dio gusto hacerlo. Dios nos eligió para que así se le honre por su grandioso amor, que nos dio gratuitamente por medio de su Hijo amado. Dice la Biblia que nos eligió habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad (Ef 1:5).
Dios tiene pensamientos de bien para nosotros y se deleita en cuidarnos. Él mismo es nuestro escudo y nuestra fortaleza. Podemos refugiarnos en Él con toda seguridad. Dice el Salmo 91: "Ya que has puesto al Señor por tu refugio, al Altísimo por tu protección, ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra alguna."
Hoy, tras vivir algunos años de vida cristiana, puedo cambiar la frase "si Dios quiere..." por
"¡SÍ! DIOS QUIERE!"