Para Jesús fue necesario tener naturaleza humana para poder experimentar todo lo que acontece en la tierra -rechazo, dolor, pena, tentación. Aunque Él fue Dios hecho carne, Él resistió toda experiencia humana no como Dios sino como un hombre con todas sus flaquezas. Eso le permitió a Jesús, nuestro sumo sacerdorte, orar por nosotros con tremenda compasión: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados. (Hebreos 2:18).
Hablemos sobre una querida hermana que está sufriendo. Ella ama a Jesús pero se siente sin esperanza, cabizbaja, rechazada. Ella piensa, “He sido profundamente herida y no tengo a nadie con quien hablar que me comprenda.” En algunas ocasiones ella se pregunta si Dios puede perdonarla al tener una fe tan débil. Ella está a punto de darse por vencida.
Satanás se para a su lado para acusarle, “¡Mirala! Ella no tiene fe alguna. ¿Qué clase de cristiana es esta, Dios?”
Hablemos sobre una querida hermana que está sufriendo. Ella ama a Jesús pero se siente sin esperanza, cabizbaja, rechazada. Ella piensa, “He sido profundamente herida y no tengo a nadie con quien hablar que me comprenda.” En algunas ocasiones ella se pregunta si Dios puede perdonarla al tener una fe tan débil. Ella está a punto de darse por vencida.
Satanás se para a su lado para acusarle, “¡Mirala! Ella no tiene fe alguna. ¿Qué clase de cristiana es esta, Dios?”