-El médico me dijo que me tienen que operar- dijo mamá. Una visita a la ginecóloga y una mamografía de por medio habían desembocado en una cirugía programada para la semana siguiente, en junio de 2008.
En la clínica esperamos largas horas hasta que por fin la trajeron del quirófano. Un poco más tarde, el cirujano la visitó en la habitación, bromeó con ella y hasta le permitió comer un helado de crema. Pero al salir, con un gesto discreto me dio a entender que quería hablar a solas.
En el hall, la noticia implacable: -Tu madre tiene cáncer de seno. El doctor siguió hablando de estadísticas en mujeres de más de 70 años, que mamá tenía una excelente salud, lo cual ayudaría, y no sé qué más, porque el impacto recibido ensombreció mi alma y mi entendimiento.
Al mes de la primera, fue necesaria una segunda cirugía, esta vez para extraer los ganglios de la axila. La intervención fue aún más larga, aunque su despertar de la anestesia fue mucho más amable que la vez anterior.